Cuento
Érase una vez en una tierra muy, muy lejana, había un país donde estaba siempre lloviendo, lloviendo y lloviendo, lluvias torrenciales, todo el día, todos los días durante años y años. Y allí, vivía un niño muy chiquitito, en una casita en la montaña, con su papá y su perrito.
Tenía nueve años, y todos los días de su vida, había llovido y llovido durante todo el día y toda la noche.
¿Te puedes imaginar estando siempre lloviendo y siempre húmedos?
La gente estaba siempre diciéndole que, antes de que él naciera, había habido una cosa muy extraña que se llamaba sol y salía siempre en primavera. El sol era una cosa muy grande, redonda y amarilla, que daba calor y luz a todo y a todos. Y siempre tenía una sonrisa en su cara grande, redonda y amarilla. Y al ver esta sonrisa en el Sol, la gente lo miraba y le devolvía la sonrisa.
El niño pequeñito no podía imaginar en su mente la idea de una cosa grande, redonda, amarilla y sonriente. Y no podía creer que la gente pudiera mirarlo y sonreirse, porque en su pueblecito nadie sonreía, todos parecían muy tristes.
Un día, la gente empezó a comentar que los cielos parecían un poco más claros.
Al día siguiente, solo llovió la mitad del día.
Al otro; solo llovió algunas lloviznas, y las ventanas goteaban de vez en cuando.
Y al otro dejó de llover; al siguiente, todas las nubes eran de color blanco. Un día más y aparecieron trozos de cielo azul.
De repente, no había ni una sola nube y una cosa grande, redonda y amarilla estaba flotando en el cielo, dando calor y luz a todos.
Y la gente miraba hacia arriba y sonreían al verlo, porque tenía una enorme y radiante sonrisa.
Y el niño pequeño se sentó en una cama y vió, a través de la ventana, una cosa de la solo había oído hablar en historias que podrían ser cuentos. Una cosa grande, redonda y amarilla en el cielo con una gran sonrisa en su cara. ¡Eso debe ser el Sol! Dijo el niño, devolviéndole la sonrisa. Y corrió por las calles, viendo que todo el mundo estaba sonriendo y gritó