El Bosque de los Sentimientos


Lectura para trabajar las emociones

Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, en este bosque vivían criaturas invisibles, poderosas, que se encargaban de cuidar las emociones de las personas. Un día, Tristeza, una criatura pequeña y azul, decidió salir del bosque. Había notado que, en el pueblo, los niños reían menos y las personas caminaban con el rostro serio. Tristeza, que siempre había sido tímida, pensó que tal vez podría ayudar.

Cuando llegó al pueblo, vio a una niña llamada Lina, que caminaba sola por la calle, con la cabeza baja. Tristeza, en su forma de nube gris, se acercó y, sin hacer ruido, se posó a su lado. Lina Miró al cielo y vio la nube. «¿Quién eres?» preguntó, sintiendo un cosquilleo en el corazón.

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«Soy Tristeza», respondió la nube con una voz suave, «y estoy aquí porque algo dentro de ti necesita ser escuchado». Lina se sentó en una piedra y, por primera vez en mucho tiempo, dejó que las lágrimas cayeran. No sabía por qué, pero sentía que necesitaba hacerlo. La tristeza había estado guardada en su pecho durante semanas. Tristeza, con delicadeza, envolvió a Lina, como una manta cálida, y le susurré al oído: «Está bien sentir lo que sientes, no estás sola.»

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Después de un rato, cuando la niña ya no lloraba, se levantó, sintiéndose algo más ligera. Miró Tristeza y sonrió tímidamente «¿Qué pasa ahora?» preguntó. «Ahora, la alegría puede volver», dijo Tristeza con ternura. «Las emociones son como las estaciones, a veces hay sol, otras veces lluvia, pero todo forma parte del ciclo.»
Lina, al escuchar esas palabras, entendió algo importante: las emociones no eran buenas ni malas, simplemente eran. Desde ese día, Lina aprendió abrazar todas las emociones que habitaban en su corazón, sabiendo que cada una tenía su momento y su propósito. Y, aunque Tristeza visitó el pueblo muchas veces más, cada vez que venía, ya no era temida, sino bienvenida, porque todo sabían que después de la tormenta, siempre llegaría el sol.

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